Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1889-1890 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 28 de marzo de 1890
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Labra
Número y páginas del Diario de Sesiones: 125, 3835-3837
Tema: Reforma de la ley electoral para los Diputados a Cortes

No he de privar al Sr. Ministro de Ultramar, encargado de esa tarea, de discutir las diferentes [3835] cuestiones que con tanta brillantez ha tratado en su elocuente discurso mi distinguido amigo particular Sr. Labra; pero un deber de cortesía me obliga a responder a la excitación concreta, absoluta, terminante, que S.S. ha hecho al Gobierno para saber cuál es su pensamiento en la cuestión electoral de las Antillas, lo mismo de Cuba que de Puerto Rico.

Tampoco puedo menos de agradecer las palabras benévolas que S.S. ha dirigido al Gobierno, que no porque las crea justas merecen menos su gratitud, por lo poco acostumbrado que el Gobierno está a que se le haga justicia, y porque, cuando vemos la justicia en un adversario como el Sr. Labra, lo agradecemos mucho. Verdad es que en este punto tampoco el Gobierno puede estar descontento de las demás oposiciones, porque bueno es que ahora que se está terminando la discusión del sufragio universal se felicite el Gobierno del gran triunfo que ha obtenido en su política y manifieste su reconocimiento a las oposiciones porque no sólo han ayudado al Gobierno en este punto, que es el más culminante de su política, sino que han contribuido al mayor triunfo que han alcanzado Gobierno y partido alguno, puesto que en esta cuestión, que tantas dificultades ofrecía al principio por parte de las oposiciones, han venido a reconocer éstas que el Gobierno y el partido liberal estaban tan cargados de razón, que no había más remedio que ayudarles en su magnifica tarea, y se ha dado el caso de que pareciera a las oposiciones demasiado el tiempo que se tardaba en discutir el proyecto.

Muchas gracias, Sres. Diputados de todas las oposiciones que tienen representación en esta Cámara, porque no habéis podido hacer mayor favor al partido liberal, ni mayor favor al que inmerecidamente tiene la honra de dirigirlo, que ayudarnos en el punto más culminante de nuestra política, apresurándoos tanto como el Gobierno a su pronta realización; bueno es que sepáis que eso redunda en bien del partido liberal y en bien del que, como he dicho, tiene la inmerecida honra de dirigirlo. Gracias, pues, Sr. Labra por la justicia con que S.S. ha tratado al Gobierno en los asuntos de Ultramar, en los cuales, como en los de la Península, el Gobierno ha cumplido sus compromisos hasta donde le ha sido dado. Allá ha llevado todas las reformas que el partido liberal prometió, y de la misma suerte cumplirá sus compromisos respecto a la reforma electoral. Yo aseguro al señor Labra que de la misma manera que he cumplido mis compromisos en la Península, estoy dispuesto a cumplirlos en Ultramar. Yo adquirí con los Diputados de Ultramar, a la faz del Parlamento, el compromiso de llevar allí una reforma electoral en sentido amplio, y esa reforma se realizará. El Gobierno no sólo no ha de dificultarlo, sino que ha de facilitar esta obra todo lo que pueda. Por lo pronto, yo me atrevo a proponer a las Cortes, a las oposiciones, que tan benévolas han estado con el Gobierno en la cuestión electoral de la Península, que continúen con esa misma benevolencia cuando se trate de esta cuestión para Ultramar; que no sería justo hacer una excepción para aquellas provincias por el único motivo de estar a gran distancia de la Península, y es necesario que la misma labor, la misma energía, la misma actividad que se han tenido para realizar la obra electoral de la Península, se tengan para realizar la obra electoral de Ultramar.

Hoy, que quedará concluido este proyecto de ley, debe comenzar la discusión de la ley electoral para las Antillas, y debemos, si hay lógica, continuar invirtiendo en la discusión de la ley electoral para Ultramar las mismas horas que venimos invirtiendo en la discusión de la ley electoral para la Península, sin lo cual cometeríamos una injusticia de que no creo capaz a ningún partido ni a ningún Diputado de la Cámara española.

Esto es lo que propone el Gobierno, Sr. Labra, en cumplimiento de lo que cree su deber y en cumplimiento de lo que entiende está obligado a realizar en virtud de sus compromisos; esto es lo que pide el Gobierno a las oposiciones, y esto es lo que cree que alcanzará, no sólo de la mayoría, puesto que de eso está seguro el Gobierno, sino también de las oposiciones; que desde hoy, que terminará la discusión del proyecto de ley estableciendo el sufragio universal, se dediquen tres horas a la discusión del proyecto de ley de reforma electoral para las Antillas, y las otras tres restantes a la discusión de los presupuestos, como ahora sucede.

Tiene razón el Sr. Labra al decir que lo mejor y lo más lógico hubiera sido haber discutido esta reforma al mismo tiempo que la de la Península, puesto que con la ley electoral de sufragio universal lo que hacemos es derogar la ley electoral vigente, la ley de 1878. Y como la ley electoral vigente es una misma ley para la Península y para las Antillas, sin más diferencia que la de haber un título 8° en el cual se establecen las modificaciones necesarias para aplicar la ley de la Península a Ultramar; como nos encontrábamos con este precedente, y se trata de derogar esta ley, naturalmente parecía que debía derogarse en la misma forma y en los mismos términos en que en la ley que se derogaba estaba hecha.

Pero yo que era de esta opinión porque creía que de esa manera se concluía más pronto la tarea electoral completa (tarea electoral que yo no consideraré que se halla completa mientras no esté votada la reforma para las provincias de Ultramar); yo que pensaba de este modo, en el momento en que me advirtieron que había quien suponía que yo pensaba así porque quería retardar la aprobación del proyecto de ley de sufragio universal, dije: alto ahí; yo no pienso de esta manera, porque no sólo no quiero poner obstáculos a la discusión del sufragio universal, sino que por aquello de que no basta ser bueno, sino que es preciso parecerlo, no quiero ni dejar el más leve pretexto a que por nada ni por nadie se crea que pongo el más pequeño impedimento a la pronta aprobación del sufragio universal; desde aquel momento, repito, declaré que estaba dispuesto a aceptar la ley especial, la ley separada, con la sospecha de que es posible que la ley especial exija mayor discusión. Pero, en fin, yo que no quería dar pretexto ninguno para que se creyera que podía tener interés en retrasar la aprobación del sufragio universal, no me opuse a ello. ¡Qué error tan grande el de los que suponían que yo había de tener interés en retardar la aprobación del sufragio universal, cuando mi interés era precisamente el contrario! Cuanto más pronto y mejor cumpla mis compromisos, tanto mejor para mí. ¿Qué me va a suceder por eso? ¿Qué le puede suceder al que cumple bien y pronto sus compromisos, que no sea agradable y bueno? Lo malo quizá sería que los cumpliese tarde y que los cumpliese mal; pero por cumplirlos bien y pronto, ¿a quién se le ha ocurrido [3836] que eso me pueda producir daño? De manera que nadie estaba más interesado que yo en que el sufragio universal se concluyera pronto. Así es que lo primero que encargué a mis compañeros de Gobierno fue que no tomaran parte ninguna en la discusión, como no fuera para defenderse de algún ataque personal que pudiera dirigírseles, y lo primero que encargué a la Comisión fue que no hablara más que lo preciso para defender su obra, porque claro es que no era justo que a una Comisión que tanta inteligencia y tanta autoridad ha demostrado se le exigiese que dejara indefensa su obra.

En efecto, los Ministros no han hablado más que dos veces, una al empezar y otra al concluir la discusión, lo cual, por cierto, ha sido causa de que el partido conservador nos haya dirigido algunos cargos; y la Comisión ha hecho más que cumplir estrictamente su deber. De manera que yo que tenía más interés que nadie en que el sufragio universal estuviera concluido; yo que tenía más interés que nadie en que no se supusiera que podía dar pretexto para que no estuviera cuanto antes terminado, yo cedí, y declaro sinceramente que cedí con disgusto, a que la ley electoral para las Antillas se votara en proyecto aparte. ¿Por qué? Porque ya venía votada y rigiendo dentro de una ley de la Península, y porque a mí me gusta más este procedimiento, es más propio del sistema asimilador que practicamos, y más lógico desde que en esta Cámara hay representantes de las Antillas. ¿Por qué no se ha de hacer esto, si desde el momento en que una ley se promulga para la Península, con unos cuantos artículos adicionales se puede aplicar a Ultramar? El sistema que indico me parece mejor.

No quiero hablar del precepto constitucional conforme al que pueden aplicarse a Ultramar las leyes de la Península con las modificaciones que el Gobierno crea oportunas; esto no me parece bueno, y yo no lo haría más que tratándose de leyes de poca importancia. Pero respecto de una ley de la trascendencia que tiene la electoral, ese medio me parece gravísimo, y mucho más grave cuando la ley que rige para aquellas Antillas está hecha en las Cortes por los Diputados de la Nación española, y modificarla ahora, con arreglo al precepto constitucional, en la forma y extensión que crea conveniente el Gobierno, me parece gravísimo. Yo, por mi parte, no quiero aceptar esa responsabilidad, y por eso declaro que el Gobierno no considera concluido el trabajo respecto de la cuestión electoral hasta que esté concluida la ley que ha de regir en las provincias de Ultramar. Al efecto excita a las oposiciones y a la mayoría para que esa ley electoral se vote de la manera que he propuesto antes, para que sea como continuación de la ley electoral para la Península, y que las tres horas de las sesiones que hoy vienen dedicándose al proyecto del sufragio universal, como hoy terminará la discusión de este proyecto, esas tres horas se sigan dedicando en adelante a la ley electoral de Ultramar, con la misma actividad, con la misma energía, con la misma exactitud con que se ha hecho hasta aquí.

Me alegraré mucho que estas explicaciones satisfagan a mi amigo el Sr. Labra, y si quisiese más aclaraciones, estoy dispuesto a dáselas.

Por lo demás, la contestación al fondo de su discurso la encontraría S.S. en la que le dé el Sr. Ministro de Ultramar y en lo que tenga por conveniente decir la Comisión. Yo, a uno y a otra, les encargo que lean breves, para acabar con esta discusión del proyecto de ley de reforma electoral de la Península. [3837]



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